Advertencia: este posteo no cuenta con sustento teórico de ningún tipo más allá de mi experiencia. Por supuesto, es un tema que se puede ampliar y continuar debatiendo con bases en diversas áreas de estudio, pero lo que vas a leer es simplemente una observación propia (como gran parte de lo que podrás leer en este blog).
Como casi cada vez que llega algo nuevo, algo que solía ser habitual deja de serlo, hay una cotidianeidad que se fragmenta, que se modifica en mayor o menor medida. Siendo un poco más trágica, me atrevería a decir que hay una realidad que muere mientras nace otra. Por supuesto, algo con este tono poco jovial, se me ocurrió una tarde de domingo cuando, como cada tarde de domingo, no tenía nada para hacer. Me quedé parada bajo el marco de la puerta que da hacia el patio, mirando un punto fijo, mirando nada, nublando la vista sin querer. Veía nublado pero no miraba. Me gusta creer que cuando hacemos eso en realidad estamos mirando hacia nuestro cerebro. Entonces intenté hacer memoria, ¿qué hacía durante mi infancia cuando sentía que no tenía nada para hacer? Claro está que mis respuestas en aquel momento eran mucho más creativas, variadas y hasta disparatadas, pero no sólo porque era niña, sino también porque el mundo en el que girábamos estaba en otra época.
Supervisar recorridos de hormigas, diseñar un nuevo lenguaje imposible de recordar, convertirme en la minuciosa peluquera del césped de mi patio, estallar la paciencia de mis padres en incansables bombardeos de “¿por qué?”, reportar maravillosas noticias inventadas, dar vuelta la casa en busca de materiales para recrear alguna obra de Art Attack, encontrarle una nueva profesión a mis muñecos, esquivar los muebles de la casa en bicicleta imaginándolos como montañas: todo podía pasar a partir del aburrimiento. Todo y más. Fuente inagotable de creatividad tanto para chicos como para grandes, hoy asistimos a su funeral. No soy Nietzsche ni pretendo parecerme, pero el aburrimiento ha muerto y nosotros, con pantallas en las manos, lo hemos matado. Podríamos pensar, ¿qué tiene de malo? ¿No se supone que estar aburridos es algo medianamente negativo? Sí, a nadie le gusta estar aburrido, ese es el punto. Cuando nos aburrimos, buscamos una forma de matar el tiempo que parece jamás pasar. Así es como nacen, o solían nacer, miles de ideas diversas, coloridas, enriquecedoras, incluso revolucionarias. Era un enorme campo abierto para dejar correr la creatividad. Pero ahora, el aburrimiento no existe.
Intentá pensarlo conmigo: esta semana, ¿cuántas veces te aburriste? ¿Le diste espacio al aburrimiento o apenas sentiste que no tenías nada para hacer fuiste a buscar tu teléfono para abrir aplicaciones y empezar a scrollear, casi de manera automática? ¿Encontraste algo de verdad interesante que mantuviera tu atención en un mismo tema durante al menos media hora o estuviste dando vueltas en un mar de contenido? ¿Recordás algo de lo que viste o toda esa información se fue al tacho de basura de tu memoria? No te juzgo, yo también paso horas frente a la pantallita de bolsillo durante el horario de la siesta, no me creo mejor que vos ni que nadie. Y claro, todos merecemos descansar un poco y desconectar la cabeza, la vida no se trata de obsesionarse con ser productivo o hacer cosas que consideramos importantes todo el día. Lo que pasa es que, cuando me tomo el tiempo de reflexionarlo, empiezo a sentir algo de culpa, pero al menos puedo reconocer el problema y creo que ese es un buen primer paso para intentar volver a viejas costumbres.
En este punto me gustaría aclarar que no estoy totalmente en contra de la existencia de los celulares u otros dispositivos tecnológicos, para nada. Por supuesto, los avances en tecnología nos han traído a lo largo de la historia infinitos beneficios, ni hace falta mencionar ejemplos. Lo que me preocupa mucho es el futuro y el lugar desde donde van a salir la imaginación y la creatividad. ¿Los niños de la actualidad se aburren? ¿Tienen espacio para aburrirse o todos los caminos conducen a leds de colores? ¿Las pantallas los conducen a una forma de entretenimiento solitaria desde muy pequeños? ¿Eso tiene como consecuencia, quizás de manera indirecta, una sociedad cada vez más individualista? ¿Menos creativa? ¿Será que en algunos años se revierte la situación? ¿Cómo serán las infancias dentro de una década? ¿Este tema les preocupará a las futuras generaciones o morirá de a poco como el aburrimiento?
Las preguntas que se me ocurren son muchas; las respuestas, pocas. No sé hacia dónde gira el mundo ahora, pero por favor, aburrite. Si tenés niños en tu entorno familiar, háganse compañía en el aburrimiento. Propongan planes disparatados, hablen con un amigo invisible, vean lo que los rodea a través de los lentes de lo maravilloso, inventen historias impensadas. Incluso si estás por tu cuenta, date el tiempo de aburrirte. Yo no quiero que asistamos a este funeral, ¿y vos?
¿Es tu segunda vez por acá? Te lo agradezco un montón, de verdad. Estuve incursionando un poquito más en esta plataforma, todavía no soy experta, y vi algo en algunos otros blogs que me gustaría agregar al mío: una mini sección sobre recomendaciones o cosas que actualmente estoy escuchando, viendo o leyendo. Así que de ahora en más, al final de cada posteo te vas a encontrar con estos ítems, ¿qué te parece? Obvio, me podés dejar tus recomendaciones también en comentarios, así como también opiniones respecto al escrito, voy a estar atenta.
🎶: Si sos de mi generación, probablemente conozcas al youtuber español Jaime Altozano, quien se dedica a explicar teoría musical y otros temas relacionados en sus videos. Hace algunos años, por una recomendación suya, conocí The Great Elsewhere de Owen Pallett. Cada tanto me vuelvo a obsesionar con la canción, en especial con esta presentación en vivo.
📖: Sonata interrumpida de Joyce Hackett es la novela que estoy leyendo, mucho vocabulario específico para músicos (¡no es lo mío!). Parece carecer de cualquier tipo de chance para ser una de mis historias favoritas pero veremos cómo termina, me quedan unas cincuenta páginas.
🎞: Estamos en temporada de premios, así que puede que hayas leído sobre la polémica en torno a Emilia Pérez, el musical francés sobre una narcotraficante mexicana trans. Como respuesta a esta película, que pretende retratar una realidad latinoamericana que lejos está de conocer, surge Johanne Sacreblu: un cortometraje que pone en evidencia la visión estereotipada en la industria del cine a través del humor y la parodia. Me pareció muy interesante que los jóvenes detrás de este proyecto tomen acción para llamar a la reflexión, ¿vos qué opinás al respecto? Si todavía no lo viste, está disponible en YouTube.
¡Gracias de nuevo!
Cuando era más chica era casi imposible que me aburra. Daba vueltas por todos lados y, al igual que vos, llegaba a inventar que estaba en una aventura súper peligrosa jugando con una soga y un balde.
Creo que lo que murió fue el aburrimiento tal y como nosotros lo conocimos, nuestros padres y abuelos. Ahora hay otro aburrimiento: el de consumir sin ver/pensar. El scrolling es como un placebo o adormecimiento del aburrimiento, no lo quita pero parece que estás haciendo algo.
Hay que volver a las costumbres de ver dos objetos e imaginar algo! Hay que permitirnos jugar y aprender.
Sii! Tal cual, coincido en todo. Tampoco estoy en contra de las redes sociales ni los teléfonos inteligentes. Pero de verdad los detesto! Porque ya hemos llegado al punto de no poder imaginar que una vida sin ellos sea posible. Asi y todo al menos borre las apps de redes de mi teléfono. Estoy craneando en la misma línea, pensando una vida offline. Recordando como era, ya que todavía puedo. Porque somos la ultima generación que conoció una vida sin entretenimiento al alcance de un click.